Racing Club El Primer Grande

El máximo ídolo de los últimos 40 años

Milito volvió de Europa para salir campeón con Racing. Es el único jugador que consiguió el títulos con la Academia en 2001 y en 2014.

Alegría - Diego Milito levanta los brazos la noche de la consagración en el Cilindro.

Diego Alberto Milito se reservó un lugar de privilegio en el Olimpo racinguista. Hizo todo lo que tenía que hacer para convertirse en leyenda y ubicarse como estatua en alguna zona iluminada del recinto de honor, el rincón del Cilindro de Avellaneda en donde se exhibe la memoria académica, que durante mucho tiempo quedó estancada en el blanco y negro y ahora se filma en colores. Milito es el autor principal de la historia. Dos veces campeón con Racing en 13 años, un pedigrí que ningún otro jugador de las últimas cinco décadas puede mostrar.

Milito volvió de un viaje de diez años por Europa. Recorrió Génova, Zaragoza y Milán. La última escala, en el Inter, resultó un tramo esencial. Ganó dos Copa de Italia, una liga, una Supercopa, una Champions League, donde marcó los dos goles de la final contra el Bayern Munich, y el Mundial de Clubes. Lo eligieron el mejor jugador de Europa en 2010. Ese año fue convocado por Diego Maradona para el Mundial de Sudáfrica. Un tiempo después, Esteban Cambiasso resumió durante una entrevista con El Gráfico lo que significó ese período para su compañero en el Inter: “Desde que Diego Milito no estuvo entre los finalistas de 2010, para mí el Balón de Oro perdió credibilidad. Un tipo que te define la Champions con dos goles, que gana el triplete y que mete goles en todas las finales, merecía al menos estar entre los finalistas”.
Milito fue parte del equipo de Mostaza Merlo que en 2001 terminó con treinta y cinco años sin títulos, aunque por entonces no era un jugador influyente, un comandante como lo es ahora. Igual que Humberto Maschio en 1966, Milito regresó a Racing todavía con hilo en el carretel y con espalda de líder. Por eso lo primero que hizo Sebastián Saja fue entregarle la cinta de capitán. No fueron pocos los que creyeron que volvía para dedicarse a pasar el tiempo en la enfermería. Pero derribó ese prejuicio muy rápido, con toques de calidad en la cancha. La derrota contra Independiente entrega dos fotos en ese sentido: Milito gritando el gol a la cámara, besándose la camiseta, y Milito yéndose en carrito para no volver sino algunos partidos después. Esa ausencia expuso lo que significaba su presencia en el equipo.
“Racing es mi vida, volví para esto”, dijo después del triunfo con River, al rato de haber recibido una ovación que sólo se les dedica a los mitos. Su regreso y el nuevo título lo ponen en una dimensión que va más allá de lo que haga en la cancha. Milito es la chance para regenerar la identidad de Racing, un club que se había hecho la idea de vivir en la desgracia. Porque su imagen configura una nueva forma de ser. Milito derrota al ancien régime, la estructura del pasado, la resistencia, los años del descenso, la quiebra y el gerenciamiento. Un tiempo en el que cualquier tropiezo se explicaba sólo con la palabra Racing. Milito es lo nuevo, la modernidad, un cambio de paradigma.
Un jugador de una técnica excepcional, capaz de habilitar con el pecho a un compañero como de definir a un toque frente al arco. Contra River, la noche de la ovación, Milito hizo todo bien, no se equivocó en un solo pase. Y a eso se le agrega su liderazgo, los gritos para que el equipo se despierte o no se duerma, como cuando marcó el primer gol contra Estudiantes, en La Plata, y les gritó a sus compañeros que el partido todavía iba cero a cero. O como su enojo con Diego Cocca por un cambio antes de tiempo. Milito nunca quiso salir.
Su regreso y su triunfo entregan una perspectiva que va más allá de lo que pasa en la cancha. No es difícil pensarlo en algún cargo institucional. Desde donde sea, pero ligado a Racing. Aunque en esos asuntos todo pueda discutirse, aunque todo sea subjetivo, Milito se convirtió con este título como el máximo ídolo de los últimos 50 años para el mundo celeste y blanco. Cada uno tendrá el suyo, nadie descolgará el poster de su infancia, pero ningún otro consiguió lo que consiguió Milito, que ya tiene la llave de esa zona VIP en la eternidad racinguista.

Fuente: Tiempo

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