Racing Club El Primer Grande

Duelo de campeones

Ariel Gutiérrez nos trae está lindo cuento racinguista.

Siempre tuve la figura de mi abuelo muy presente. Fue el primer transmisor del gen racinguista. Por él conocí a “Tucho” Méndez, “la bordadora” Zito, “El loco” Corbatta o al equipo campeón del mundo de memoria y sin respirar.

Pero también lo recuerdo iniciándome en el fútbol, llevándome a probar a Ituzaingó inclusive antes de que mi categoría comience a formar parte de la actividad infantil.

Que locura cuando se enteró de que le dije al técnico que jugaba de “11”. “¡Vos sos “3”!¡”3”!” Me dijo repitiendo y moviendo la cabeza de un lado a otro marcando el gesto de una negación resignada. Como iba a saber que era “3” si nunca había entrado a una cancha de once, uno de chiquito siempre quiere ser delantero.

También me acompañaba a natación, dibujo o lo que fuese. Me daba consejos de todo y para todo.

Paralelamente a esto, mi viejo. Lo contrario, estaba poco en casa porque era viajante, y cuando estaba, laburaba de 9 a 20. Le gustaba poco el fútbol, tenía una simpatía por Boca, pero no muy marcada.

Un 5 de julio de 2015 se organizó en el “Cilindro” el Duelo de Campeones, se enfrentaban el Racing campeón 2001 versus el Campeón 2014 con todas sus figuras. Hermosa fiesta, frío, pero con sol, pantallas gigantes, música en vivo y un partido anecdótico que finalizó 2 a 2.

Entretiempo, platea B, garrapiñadas. Giro la cabeza y observo a mi viejo que me miraba sonriendo, feliz, con brillo en los ojos. Nunca supe bien porqué, hasta hoy.

Mi viejo falleció hace dos años, y ese día fue la última vez juntos en el cilindro, la anterior 2001, “dos canchas el mismo día”. Y hoy me doy cuenta de que esa alegría era por mí, no por él. Que siempre fue por mí.

Que teniendo un yeso desde la ingle hasta el tobillo por una lesión que sufrí en un entrenamiento, me llevó a la cancha de Vélez para ver una final de Recopa contra Nacional de Uruguay. Empatamos, le atajaron un penal a Walter Fernández y la copa se nos fue, pero hoy eso es lo de menos, hoy lo recuerdo a él abriendo a la gente para que yo suba la popular sin problemas. Recuerdo que cuando mi abuelo me gritaba desde atrás del alambrado ¡Se te escapa el siete por la espalda! El estaba atento parado dos metros más atrás sin perder detalle. También un día que apareció en una práctica con un bolso enorme, a la vuelta de uno de sus viajes y donó quince pelotas para los chicos.

Me di cuenta de que mi felicidad era la de él, que nunca necesitó más que eso. Gran tipo, querible, siempre de buen humor. Que sus presencias, quizás diferentes a las de mi abuelo, eran igual de importantes y trascendentes.

Me di cuenta de que este duelo de Campeones que atravesó mi infancia y adolescencia también terminó empatado.

 

Por Ariel Gutierrez.

 

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