Racing Club El Primer Grande

Yo estuve ahí

Hoy se cumplen 16 años del Racing campeón de Mostaza Merlo. Una racha de 35 años que se rompió para nunca más volver. Una experiencia que merece ser recreada en primera persona.

Racing Campeón la tarde del 27 de diciembre de 2001
Racing Campeón la tarde del 27 de diciembre de 2001

Eran tiempos donde imaginarme casado con hijos era una utopía. Una hermosa juventud corría por mi sangre en aquel diciembre del 2001. La sensación de “nada me puede pasar” me invadía todos los días.

Hoy pienso el “aquel entonces” y me cuesta creer lo que viví.

La Argentina era un desastre. Poco, verdaderamente insignificante, fue haber dormido toda la noche en el Cilindro, bien tirado en el asfalto, para conseguir una entrada para ésa final con Vélez en el José Amalfitani. Entrada que no conseguí por incidentes con la policía.

La ronda de presidentes argentinos había empezado, la crisis social era un hecho y la bronca social era inmensa.

Notaba malestar, hambre, dolor, bronca, de todo en todos los que conocía. Quería entender qué pasaba pero me era imposible. La frase de Mostaza Merlo post Banfield en cancha de Huracán diciendo “Ahora vamos a salir campeones” me retumbaba cada dos minutos.

Y me iba de ésa realidad.

 
¿Seremos campeones? ¿Será verdad? ¿Podrá Racing? Para los de treinta y pico de años largos, ésa sensación era normal. Nunca habíamos visto campeón a La Acadé. La Supercopa 1988 no era recordada por ser muy pequeños ¿y entonces? ¿Será este año? Me preguntaba y repetía.

Mientras el presidente Rodríguez Saa (sí, aunque no lo recuerde era él) informaba a la población que “No iba a pagar la deuda externa”, yo estaba otra vez metido entre la gente en busca de una platea, de algo, de lo que sea. Se habían vendido todas las populares y sólo quedaba plateas bajas.

Llegué a la ventanilla y con mis últimos $80 compré la platea baja. “Todo sea por Racing” pensé cuando me retiré de la ventanilla. Mi sueldo era de $475.

Tenía mi entrada. Ya sabía que iba a estar. “¿Seremos campeones? ¿Será verdad? ¿Podrá Racing?” volvió a retumbar.

 
Racing hacía la última práctica antes de concentrar con miles de hinchas colgados en los alambrados para apoyar al equipo. Había fe. “Vélez va a ganar 1 a 0” decía el Pelado Ramón Díaz, que por entonces dirigía al escolta River Plate. Todo lo que decía era para meter presión.

Entre los millones de argentinos que estaban sufriendo por la realidad del país había muchos locos como yo, que solo pensaban en esos dos partidos: Vélez-Racing y River-Rosario Central. Los únicos partidos que la Afa de aquel entonces autorizó a jugar. Había que definirlo. Era historia o barro, como hacía 35 años.

El jueves 27 de diciembre de 2001 fue muy raro. Miles de fieles se dirigieron al estadio de Vélez y a la cancha de Racing. Volaban las noticias de todo tipo. El micro de Racing se cruzaba con miles de fanáticos en la autopista, de un lado y del otro. Los que iban a la cancha a verlos y los que iban a la pantalla gigante del Presidente Perón. Todo fue raro ése día.

Fui muy temprano, solo, con mucho calor. Había un sol tremendo. Pero algo me indicó que ése día era distinto al resto: el tiempo. Si el país se caía a pedazos, si Racing iba a ganar un torneo, el clima no podía estar normal. Una vez sentado en la platea baja, las condiciones climáticas hicieron lo suyo. Hubo calor, de pronto lluvia, de pronto viento, de pronto calor de nuevo. Me mojé, me sequé, transpiré, me sequé de vuelta. Todo muy raro: “¿Seremos campeones? ¿Será verdad? ¿Podrá Racing?” que se repetía en mi cabeza.

 
Salió Racing a la cancha. Me temblaba todo. La bandera gigante con el escudo, que al principio se desplegó al revés, igual era emocionante. En mi soledad busqué en los detalles. Me sorprendía que hubiera hinchas de Vélez que habían ido a “arruinarnos” la fiesta pero que, más de uno, quería hacer historia conmigo.

El árbitro Brazenas pitó el comienzo y yo entré en mar de sensaciones. Casi todas nerviosas, ansiosas, desesperantes. River no paraba de meter goles en el Monumental (terminaría ganando 6 a 1) y eso forjaba un desempate si perdíamos. ¿Y nosotros? Ahí en la lucha.

El Racing de Mostaza Merlo no se lucía casi nunca. Eso sí, tenía una actitud que se llevaba puesto a cualquiera. No tenía buen pie, no había exquisiteces. Pero había un amor propio que me costó encontrar en otro Racing.

Al entretiempo nos fuimos 0 a 0. A pesar del triunfo Millonario, Racing era campeón con este resultado. No lo creía. Los 45 minutos se me hicieron 6 horas más o menos. Nada de nada. El partido era muy desprolijo y jugado mal. A nadie le importaba. No teníamos que perder.

En el complemento, más precisamente a los 8 minutos. La cabeza de Gabriel Loeschbor interceptó un centro de Bedoya y se abrió el marcador. ¿Estaba en off side? No lo sé, ni me importa.

 
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Grité como nunca. Al lado mío había un señor bastante mayor al que abracé a más no poder. Como si fuera mi abuelo. Hoy seguro que ni vive. Pero era mi abuelo esa tarde.

“¿Seremos campeones? ¿Será verdad? ¿Podrá Racing?” había que esperar casi 40 minutos y listo. Pero cada minuto tardaba 3 horas. Fue el momento más largo de la tarde.

Desesperado. Miraba el reloj como podía. Era todo una locura. El partido pasó a ser imposible de ver a los ojos. Pelotazos por todos lados, y un Vélez que insinuaba poco.

A los 33 minutos Martín Vitali le regala la pelota a un tal Chirumbolo de apellido. Gol de Vélez. 1 a 1.

“¿Seremos campeones? ¿Será verdad? ¿Podrá Racing?”. 12 minutos faltaban para el final y un gol del Fortín arruinaba la fiesta.

Locura en las tribunas, locura en toda la cancha. Otra vez se estiraron los minutos. No sabía qué hacer para pasar el tiempo. Me puse a leer las banderas que llevaba la gente de Racing buscando la más original. la encontré fácil: “Racing: Me hacés olvidar que me falta la guita” decía el trapo.

Gustavo Campagnuolo iba a sacar del arco y de golpe se alejó del área chica. ¿a dónde va? Me pregunté. Se señalaba un reloj imaginario y señalaba a la gente de Racing que, creo estar seguro, nunca la escuché alentar tanto.

“¿Seremos campeones? ¿Será verdad? ¿Podrá Racing?” volvía a preguntarme. Estaba eufórico.

El pitido del árbitro lo recuerdo porque era a la única persona que miraba por ése entonces. Necesitaba el final del partido.

Y llegó.

 
Racing era campeón y mi abrazo con el viejo devuelta fue impresionante. Le encajé un beso que no me olvidaré más. Perdí la noción. Las lágrimas se apoderaron de mí. Lloré mucho.

Racing rompía un maleficio de 35 años, de angustia, de dolor. Había estado siempre con el club. Desde que era chiquito. Yo estuve en el congreso pidiendo por Racing, había ido a la AFA a reclamar para que no quiebre. Fui un partido que nunca se jugó con Talleres. Hubo un maldito exorcismo insignificante.

Racing, ése día rompió una barrera. Me demostró que se puede. Me enseñó algo que jamás lo había hecho: a superarse.

Conocía el Racing de rodillas. Nunca este en forma de Campeón.

Cuando vi a los jugadores arriba del travesaño gritando “Dale campeón” me sentí impresionante.

Fue verdad. Fuimos campeones ése 2001. Racing pudo con todo.

Hoy, a 16 años, miro a mis hijos y les trato de contar esta hazaña. Mi mujer me mira como no entendiendo nada.

“Es normal” le digo. Racing es único e irrepetible. Yo estuve ahí.

 

Por: Federico Dotti

 
Racing Club – El Primer Grande
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