Racing Club El Primer Grande

«En los torneos de mi barrio la primera patada iba al pecho»

Centu, uno de los jugadores más buscados por los rivales, contó que le duelen más algunos insultos a su familia que los golpes.

Centu viene de ser la figura de Racing frente a Vélez (Foto Olé).

El barrio puede ser una fábrica de sabiduría. Humilde o no, con calles de tierra o asfalto, deja enseñanzas a quienes, desde pibes, se lanzan a la aventura de recorrerlo en todos sus rincones. Muestra lo bueno y lo malo el andar callejero. Es algo que no lo dicta ningún manual o libro. A la pelota, claro, también se aprende a jugar en esas canchitas desparejas durante largas horas hasta que la piernas no respondan o hasta que la luz natural sea aplastada por la noche. Ricardo Centurión jugaba en esos terrenos incansablemente. Con arcos formados por lo que fuera (ropa, piedras o lo que estuviera a mano) o en torneos donde chicos desfachatados como él empezaban a sentir el rigor. Por su habilidad, habitualmente es uno de los futbolistas más buscados por rivales que le pegan (con Pérez Acuña tuvo el último cruce ante Vélez) y/o lo maltratan verbalmente. Lo que nunca podrán, sin dudas, será amedrentarlo…

“No les tengo miedo a las patadas. Jamás en mi carrera les tuve ni les tendré temor. Llevo adentro mi forma de jugar, nunca me voy a tirar atrás”, le asegura Ricky a Olé . La foto fue tomada antes de que se bañara, pero ahora tiene una bermuda de jeans, remera con el logo de la bandera británica y anteojos negros que no se quita pese a que el sol no llegue al recinto de honor Pizzuti.

¿Por qué no tenés temores pese a que te van a buscar muy fuerte?

-Yo jugaba campeonatos relámpagos en Villa Luján, a dos cuadras de Villa Corina, cerca del cementerio de Avellaneda. En el barrio, la primera patada iba al pecho. Por eso tenía que jugar a un toque y saltar. Después, cuando sos profesional, ya venís acostumbrado a esas patadas. Eran lindos esos partidos porque sacaban a mucha gente de su mal entorno para ir a distraerse.

-¿Seguís yendo a verlos?

-Cuando tengo la posibilidad, acompaño a mis amigos. En nuestro grupo hay un equipo que se llama Los Pinos, con chicos muy buenos, la mayoría humildes y laburantes. Tenemos un equipo A y B porque hay chicos grandes que vienen jugando hace un montón y otros más pibes. Estando afuera, a veces se me van las piernitas por las ganas de meterme a jugar. Pero uno ya vive del fútbol y debe cuidar su imagen.

-Los que no te suelen cuidar son los rivales. ¿Por qué te van tan fuerte?

-No sé, por ahí por el juego que tiene uno, o para probar si después me animo a agarrar de nuevo la pelota. Por ahí me pongo en el lugar de los defensores y debe ser complicado enfrentar a jugadores que son de barrio y con picardía. Yo trato de hacer oído sordos, de escuchar sólo a mis compañeros, que son de muy buena leche. Tengo que hacerles caso y no seguirles el tren a lo que dicen los rivales.

-¿Qué te dicen?

-Son cosas que quedan adentro de la cancha. Patadas puedo recibir miles, pero hay cosas que no se deben decir. A veces se meten con la familia… De nuestra madre se acuerdan en todos lados, pero hay veces que se pasan de la línea.

-¿Y ahí se te hace muy difícil no reaccionar?

-Seguro. Uno trata de frenarse, pero hay veces que no se puede. Uno puede apresurarse y contestar. Igual, siento que voy creciendo, ya pasé el período de adaptación, estoy más maduro .

-¿Qué pasó con Pérez Acuña en el último partido?

-Por ahí, los dos nos apresuramos en hablarnos… Yo también me equivoqué, por eso entendí su enojo. Es un jugador bárbaro y como persona también debe serlo.

-¿Tus compañeros qué consejos te dan?

-Me ayudan mucho, están muy encima mío para que no entre en el juego de las peleas. Me piden que en el momento de un posible problema en un sector, me vaya a otro para no escuchar las provocaciones. Me lo piden para que sean ellos los que hablen con los demás. Eso me sirve mucho.

Lo que también le sirvió y de mucho, claro, fue la fortuna personal ante Vélez. En ese partido protagonizó una jugada muy curiosa: le pegó con la derecha, la bocha le dio en la zurda y se le clavó a Sebastián Sosa. Insólito. “Cuando agarré la pelota pensé en encarar y en llevarme a Papa hasta el fondo para tirar un buscapié hacia atrás. Cuando quise pegarle con derecha, me resbalé y me dio en la zurda. Fue el gol más raro de mi vida, cuando vi la repetición por la tele no lo podía creer”, repasa Centurión.

-¿Qué fue lo más gracioso que te comentaron?

-Tengo familiares hinchas de Boca que, al toque, me empezaron a decir que quedé en la historia como Palermo porque hizo un gol parecido, pero de penal. Y les contesté: “Nooo, ustedes están locos, je”. Para mí Martín es un groso. Yo sólo quise mandar el centro y terminé haciendo el gol.

-¿Viste el ademán que hizo Sebastián Sosa sobre tu suerte en ese gol?

-En ese momento no, pero lo vi por la tele. Me reí mucho al ver ese gesto, tuvo razón, fue como dijo él…

-¿Están como para pelearle el título a River?

-River es más porque va puntero, se mantiene ahí, juega en dos frentes. Nosotros primero debemos poner nuestra cabeza en Racing y ahora ir a Bahía Blanca a buscar los tres puntos. Estamos haciendo un buen torneo. Es un plantel con muchos jugadores nuevos, pero la etapa de conocimiento la pasamos y este es un lindo momento.

-¿Qué es lo que más rescatás del equipo?

-Que siempre intenta jugar bien. A uno le gusta que la pelota le llegue bien a los pies, que no sea rifada. Eso se ve. También hay que darle méritos a la defensa: los cuatro de atrás están muy firmes, hablan mucho. Ayudan a los volantes con indicaciones para que esa información les llegue a los delanteros. Hay mucho compañerismo. Por eso las cosas salen bien.

-¿Cómo evaluás tu nivel?

-En el balance de estos tres años, fue clave el año que estuve en Genoa. Me ayudó en varias cosas. Antes, como me dijeron varios, era más vistoso. Ahora estoy más completo.

-¿Por qué?

-En un momento no pensaba mucho, buscaba encarar porque me salía así. Hoy en día, si me equivoco, hago autocrítica y me quedo en mi casa pensando. Sé que lo mejor que tengo es el desequilibrio individual y no lo quiero dejar, aunque debo sumar otras cosas.

-¿Cuáles?

-Algunas las voy mejorando. Por ejemplo, en el juego aéreo. Me siento más cómodo en eso por más que, en la pelota parada, el técnico no me utilice tanto. En los saques de arco le pido a Seba (Saja) que me la tire larga porque me siento confiado en ganar de arriba peinándola. Me viene saliendo.

De pasado con carencias, muy humilde, Centu hace tres años dejó Villa Luján y comparte un departamento en Avellaneda junto a su mamá, la nona y su hermana más pequeña. “Tengo una familia muy futbolera. A mi abuela (Yaya) le gusta mucho el fútbol y el boxeo. Es hincha de River y me carga, es una fenómena. Ella me consiguió la prueba en Racing, así que siempre le estaré agradecido”, se enternece Ricky. Perdió a su padre cuando era pequeño y se aferró a Beatriz, su mamá. Ella trabajaba en el personal de limpieza en un hotel, luego se desempeñó como costurera y actualmente tiene su propia tienda de ropa femenina. “Le puse el negocio yo. Todos los días -resalta el volante- se levanta temprano para abrirlo, es una madre de fierro, siempre me banca”.

-¿Y cómo vive tener a su hijo jugando en Racing?

-Mi vieja es de Racing desde siempre, tiene tatuado el escudo del club en la espalda. Yo siempre le digo que se lo hizo recién cuando debuté en Racing y ella me responde: “Callate, sos un pendejo, vos no entendés nada. Yo llevo años de cancha”. Me hace reír mucho.

-¿Qué soñás?

-Cada vez que me voy a acostar empiezo a soñar con quedar marcado en este club, en un club sufrido, en un club lindo donde nací. Racing es una familia y le estoy totalmente agradecido. Todos los días vengo contento a entrenarme, me atienden como si fuera mi casa, me dan ganas de quedarme en el vestuario. Siempre sueño con quedar en la historia de este club. Todos los días.

Centu abre las alas.

Fuente: www.ole.com.ar

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