Racing Club El Primer Grande

Paraguazo

En la previa a un nuevo clásico con River, les comparto el recuerdo de uno que atesoro con una enorme sonrisa.

Ruben Paz y Medina Bello los que le dieron la victoria 2-1 a Racing.
Ruben Paz y Medina Bello los que le dieron la victoria 2-1 a Racing.

El calendario marcaba 6 de noviembre de 1988, se jugaba la novena fecha del torneo local, el encuentro se esperó toda la semana como la revancha de la semifinal ganada por la Academia unos meses antes por la primer Supercopa. Título obtenido por el equipo entonces dirigido por el “Coco” Basile.

Hermoso día, gran clima en el Cilindro, y Racing que presentaba un equipazo con nombres de la talla de Fillol, Costas, Fabbri, Medina Bello, Walter Fernández, Rubén Paz… en fin, un plantel que mereció mucho más de lo que finalmente logró.

Listos como siempre con mi abuelo en la “parecita” del córner, ansiosos por una victoria para seguir de racha en una primera rueda, que finalmente nos daría la clasificación a la copa Libertadores, ya que nos encontraría punteros al final de la misma, jugando en gran nivel.

El partido no mostró goles en la primera parte, pero sí una sensación constante de que, ante la mínima mirada con el ceño fruncido, todo se desbandaría. Y así fue. La mecha la prendió “Cacho” Borelli, defensor central millonario que años después defendió nuestros colores, con un patadón desde atrás al “panza” Videla en mitad de cancha que desarmó el partido. Pasó a ser un nueve contra nueve, porque ese suceso desató una bataola infernal con empujones y manotazos por doquier, y hasta un “derechazo” del Pato que rozó la nuca de Enrique, que según comentan las malas lenguas, habló de más. En conclusión, cuatro expulsiones: Fillol y Olarán por Racing y Enrique y el propio Borelli por River.

El partido continuó, el arco de La Academia fue defendido por un joven “Lechuga” Roa ingresando por Videla, lesionado en aquella jugada. Nos pusimos en ventaja en el segundo tiempo con una corrida formidable desde mitad de cancha del “Mencho”, que remató cruzado al ingresar al área. Empató Balbo un rato después, pero a poco del final, Walter Fernández levantó uno de los miles de centros que tiró con la celeste y blanca, alto, bombeado, al segundo palo, que Rubén Paz (el mejor jugador que mi edad me permitió ver en Racing hasta hoy), con un frentazo de pique al piso, con la clase y la jerarquía que lo caracterizaban, cambió por gol y locura, por festejo desenfrenado.

El equipo del “Coco” seguía a paso firme en un torneo particular, ya que otorgaba tres puntos al ganador, cero (por supuesto) al perdedor y en caso de empate uno a cada equipo, pero luego de una definición por penales, el vencedor se llevaba uno más. Todo muy loco, como cada decisión de “Don Julio” para esos años.

Emprendimos la vuelta hacia el oeste, felices, ilusionados y comentando cada una de las jugadas observadas, en medio de una situación impensada en estos días. El hecho del que les hablo era el de poder juntarse a esperar el colectivo sobre la avenida Mitre con los hinchas riverplatenses, todos mezclados, y si bien mi abuelo evitó que me roben la camiseta con un paraguazo en la cabeza de un borracho “gallina” veinteañero que me amenazó con un pedazo de vidrio, la convivencia todavía se daba “casi” en paz.

 

Por Ariel Gutierrez

 

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