Racing Club El Primer Grande

Entevista a Bou 2

La segunda parte de la entrevista de Gustavo Bou.

"'Después te avisamos', me dijeron en la prueba en River. Pensé que no me llamaban nunca más." (foto: GOAL)

Parte 2. Habla el Bou que llegó a River de casualidad, el que escondió un tatuaje dos años, el que dejó y volvió al fútbol por su mamá y el que está por ser papá.

Hay otro Bou detrás del que hace goles, mete asistencias y silencia bocones. El que llegó a River a los 13 años desde Concordia casi por casualidad, cuando lo único que quería era zafar de la escuela para jugar un rato más a la bolita; el que abandonó su sueño de ser futbolista por tres meses después de la muerte de su mamá; el que repitió dos veces cuando hacía el colegio en River y llegó hasta octavo en uno público; el Bou que explica los por qué de sus tatuajes y el que escondió uno de ellos por dos años; el que la rompe bailando cumbia, rock y chamamé pero no se sabe la letra de ningún tema; el que tiene tantos primos que cuando le daban el pésame ya no sabía quién era familiar y quién no; el que tiene el típico hermano crack que no quiso o no pudo llegar a Primera; el de la cabeza de hierro, el Bou que escuchó “Desde donde esté, el día que me vaya, siempre te voy a apoyar y quiero que triunfes en el fútbol” y no va a parar hasta conseguirlo.

-Parecés un tipo tranquilo. ¿Cómo es tu vida cotidiana?
-Siempre fui tranquilo, terminaba el entrenamiento y me iba con mi novia, que ahora es mi señora y está embarazada. Estoy pasando un muy lindo momento en lo personal y en lo futbolístico. Aprovechando y queriendo más.

-¿Vas para tus pagos (Concordia, Entre Ríos)?
-Sí, la última vez fui después del partido contra Quilmes, pero estuve un día nomás y volví porque tenía un compromiso acá. La mamá de una amiga de mi señora, que es directora de un colegio, que me querían ver los nenitos. Saludé, me pidieron si podía ir a un colegio y fui. Pero fui, saludé y me vine.

-¿Qué hacés cuando estás allá? ¿Vas al río a pescar?
-Sí, me gusta ir al río, más que nada acompañar. Si tengo que tirar la caña la tiro, me doy maña, pero me gusta más estar relajado.

-¿Cuántos tatuajes tenés y cuándo te hiciste el primero?
-Los tengo que contar por que no sé. Tengo una “G” en el pie izquierdo que me lo hizo mi hermano Darío. Está medio tapado porque supuestamente era una “G” que me quiso hacer, me dolió y le dije que parara. Y me quedó como un “5” porque falta cerrarlo. Tenía 11 años yo. Me lo hizo con una maquinita tumbera y quería probar. Le dije: “Haceme acá para que no me vean mamá y papá”. Me hizo una rayita así y me dolió. “¿Qué querés que haga?”, me dijo. “Poneme la ‘G’ o algo”. Después pasaron dos años y me toca venir a probarme a River, tenía 13, 14 años. Me acuerdo que eran tres días. Mi mamá me estaba armando el bolso y me dice “te pongo ojotas”. “No, no, ojotas no”. Era casi diciembre, hacía calor. Nunca me lo había visto. Igual, no era por mi mamá o papá, sino que cuando me dijeron River, lo veía por tele y pensaba “acá son re correctos, no se puede tatuajes”. Y cuando llegué y vi en la pensión a los más grandes me relajé. No tenía para comprarme ojotas. Después me hice el nombre de mi mamá, “María” y después mi papá “José”.

-¿Conocés la canción de Los Piojos “María y José”? ¿Escuchás música?
-No, ni idea. Sí, escucho música. Rock, cumbia, cuarteto, chamamé. No conozco ninguna, pero te bailo todo. Me ponés rock y bailo, cuarteto, chamamé… te bailo todo.

-¿Te la ganaste bailando a tu esposa?
-No, por suerte no. En ese momento cuando nos conocimos era de madera. Después, a medida que fue pasando el tiempo, me fui relajando un poco. Te decía: “María” y “José” fueron los dos primeros tatuajes. Después tuve la desgracia de que mi mamá falleció en 2005, pedí una foto y me hice el retrato de ella y le puse “Gracias por todo” y “Aunque mis ojos no te puedan ver, te puedo sentir”. Después me hice el retrato de mi papá y le puse “Soy capaz de lo incapaz por ti”. Después me hice unas rosas, una nube, una pantera, porque en River me pusieron Pantera y quedó Pantera. Tengo una virgen, un Jesús, un Ángel con una cruz, una paloma, “Todo Pasa” en arábe y tengo al Gauchito Gil. Me lo hice cuando estaba River porque mi mamá era muy devota del Gauchito.

-¿Cómo está conformada la familia?
-De parte de mi mamá, tengo familia numerosa, impresionante la cantidad de primos. Cada tío tiene diez, once hijos. Cuando mi mamá falleció y la velamos, conocí a todos mis primos, me venían a saludar “hola, primo” y yo ya no entendía quiénes eran primos y quiénes no. Y nosotros somos nueve hermanos, tres mujeres y seis varones. Y casi 20 o 21 sobrinos.

-¿Y a qué se dedican?
-Mi hermano mayor (José Luis) era el que jugaba bien de los Bou. El que tenía todas las posibilidades y no llegó. Ahora tiene 40 años, está grandote ya. Siempre me dice que soy el orgullo de él porque tuve el coraje. Él tuvo la chance de venir a probarse y prefirió otra cosa y hoy está arrepentido. Mi ve a mí o a mi hermano y lo disfruta mucho.

-¿Y qué hay que tener para llegar? ¿Romperla en la prueba, suerte, contactos…?
-Pasa mucho por la cabeza más que si parás bien la pelota o corrés rápido. Cuando voy para allá y me piden que les hable a los chicos lo primero que me sale decirles aunque no me gusta hablar mucho es que yo sé que estoy en un lugar que ellos se reflejan en mí. Les digo que si quieren llegar, tienen que estar bien de la cabeza. Porque cuando te vas, extrañás a tu familia, pasás necesidades o no tenés contención. Y si les gusta el fútbol, que se dediquen a esto.

-¿Y vos por qué sos tan fuerte de la cabeza?
-Creo que todo lo que pasé, el tema de mi mamá sobre todo, me marcó mucho. Aunque no lo superé todavía, si yo pude salir adelante de algo tan duro como la partida de un familiar, puedo superar cualquier cosa a la larga. Eso me hizo muy fuerte de la cabeza y disfruto todo eso. Sé que nadie me regaló este momento, fue todo esfuerzo mío, de mi señora y de mi familia. Me gusta que la gente que me conoce disfrute.

-¿Cómo llegaste a River? ¿Una prueba, un ojeador?
-Hicieron una prueba en Concordia. Sacaban los mejorcitos de cada club, yo allá jugaba en Comunicaciones de Concordia. Antes en el barrio Nebel. El día anterior, eran las ocho de la noche y yo estaba jugando a la bolita en la esquina de mi casa. Viene el hijo de mi técnico y me dice: “Mi papá dice que mañana viene River que tenés que estar vos, yo y el Fede”. Entonces le digo: “Acompañame hasta casa, hablá con mi mamá y mi papá porque no me van a creer”. La prueba era a las ocho de la mañana y yo tenía que estar en la escuela a las 12. Yo quería zafar de la escuela, ese era mi pensamiento. Mi mamá me dijo que fuera, pero que a las 12 tenía que estar en la escuela. Me terminaron probando a las dos de la tarde, ja. Ahí dije: “Ya está, tengo toda la tarde para jugar a la bolita y hacer lo que quiera, estaba chocho”. Ese día toqué tres pelotas nada más. Estaba de delantero o de enganche. Todos querían hacer la de Maradona. Después me llegó una carta a mi casa de que tenía que venir a Buenos Aires a probarme a River. Anduve bien los tres días que duró la prueba y me vino al pelo para zafar de la escuela. Hicimos reducidos y prácticas de fútbol, hice goles en todas. “Después te avisamos”, nos dijeron. Caminamos 20 metros con el Tortuga (Gustavo) Fernández y pensamos: “En el barrio ese ‘después te avisamos es que no te llaman nunca más’”. Y dos meses después me llega otra carta para ir a River. Cuando se fueron mi mamá y mi papá, llegué a la pensión y me largué a llorar. Me quería ir. Pero por dentro pensaba que no sabía para dónde irme, no tenía teléfono, nada. No sé por qué me angustié así. Me desahogué llorando y al otro día fui a la confitería a desayunar, fui al vestuario y me daban ropa y dije: “Esto es lo mío”.

-Eras chico y estabas en Buenos Aires. ¿Cómo sobrellevaste la enfermedad de tu mamá?
-Yo estaba en River y pedía que me avisaran cuando estaba mal para ir a verla. La veía bien y me tomaba un colectivo de vuelta. Pero a la semana recaía. Hasta que un día, los psicólogos del club, a quienes me aferré mucho, me dijeron: “Gustavo, andá y pasá los momentos buenos y los malos. No vayas y vuelvas”. Si yo me quedaba más de tres o cuatro días, mi mamá se sentía mal porque sentía culpa porque yo estaba dejando mi objetivo. De hecho, el día que definió que tenía que quedarme en River, ella me pregunta: “¿Quéres quedarte?”, y me salió responderle “sí, no”. “Sí” porque era lo que quería, y “no” porque pensaba ¿cuándo me vuelvo a Concordia? Tenía 14, no entendía nada.

-¿Y cómo fue el momento y la frase que te dijo tu mamá antes de morir?
-Estaba en el hospital sólo con ella. La acompañé a hacer unos rayos y cuando estamos en el pasillo, ella acostada con ojos cerrados, de pronto se para y me dice: “Hijo, escúchame, yo no quiero que vos dejes el fútbol. Quiero que vos sigas. Desde donde esté, el día que me vaya, siempre te voy a apoyar y quiero que triunfes en el fútbol”. Pasaron unos meses y falleció. Por eso seguí. Todos en el club sabían que iba a dejar el fútbol, en la pensión, los psicólogos, todos. No iba a volver. “Si pasa lo que no quiero que le pase a mi mamá, dejo el fútbol porque no voy a tener fuerza”, les había avisado. Pasaron tres meses, me la pasaba llorando. Y un día me levanto, me paro en la puerta de mi casa y veo a mi papá al mediodía con un sol terrible con la bicicleta volviendo de trabajar. “Me vuelvo a River, papi”, y ahí se largó a llorar él porque era lo que quería mi mamá. No tenía ni para el pasaje a Buenos Aires, pero le fue a pedir plata al vecino. Si hubiera dejado el fútbol y hoy me vieran en el barrio, me señalarían como el pibe que tuvo la posibilidad de triunfar en el fútbol y no pudo porque falleció la mamá y dejó todo. La frase de mi mamá y verlo así a mi papá, eso fue lo que me hizo el click.

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Fuente: GOAL

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