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«Descargaba mi furia con la batería»

Luego de su debut, Juan Musso reveló cómo atenuaba su ansiedad cuando no toleraba la espera. "Ahora quiero ser arquero de Racing por mucho tiempo", anunció.

Musso posando como arquero de Racing.
Musso posando como arquero de Racing.

Cuando los guantes quedan a un lado, sus manos tomaban los palillos y empiezan a actuar detrás de la batería, su otra pasión. Hoy ya puede disfrutar del sonido que genera, pero hubo un tiempo, un largo tiempo, en el que el ritmo era lo de menos… “En los momentos duros le pegaba a morir. Descargaba mi furia con la batería. Me encerraba solo, con los auriculares puestos, y le daba fuerte, pidiendóle a Dios que me aclarara un poco las cosas. Soportó mis enojos”, le cuenta Juan Musso a Olé. Esa etapa de tensiones la vivió cuando quedaba prisionero de la ansieddad, de las dudas, de la impaciencia, de no saber si alguna vez podría debutar oficialmente en Racing. Fueron seis años de una larga espera que el sábado, ante San Lorenzo, caducó.

-¿Asimilaste tu estreno o aún no te cayó la ficha?
-Lo fui asimilando como pude. No me lo voy a olvidar nunca. Fue mi primer paso en medio de tanta gente que me respaldaba. Me dieron un empujón mucho más grande de lo que se cree. Los hinchas tienen un poder tremendo cuando tiran para adelante. Sentí una alegría impresionante de pertenecer a este club. “La puta madre, valió la pena todo lo que atravesé”, pensaba. En algún momento sufrí también, pero siempre sacaba algo bueno de cada situación. Y ahora quiero ser Juan en el arco.

-¿Y cómo es Juan?
-Confío mucho en mi trabajo de la semana, en todas las cosas que sé que estoy capacitado para resolver y pienso en positivo. Sé que a la noche voy a dormir tranquilo porque, pase lo que pase, dejo lo mejor en cada partido. Me preparo, me cuido. ¿Pero qué jugador puede predecir que se va a sacar un 10 y la va a romper? Ninguno. Todos estamos con un poco de ansiedad antes de cada partido y, a medida que van pasando los minutos, te vas tranqulizando. En mi caso, veía a mis compañeros correr y matarse en la cancha. Eso me daba mucha fuerza.

-Cuando le tapaste el mano a mano a Cerutti lo celebraste con un puño…
-Es que los arqueros a veces estamos solos. Y nuestras atajadas son como goles. En ese momento me salió ese festejo. La tapada me dio confianza.

-¿Te quedaste machacando el gol que te hicieron entre tus piernas?
-Ni en pedo me reprocharía algo. Lo que pasó ya es historia. Me gusta mejorar lo que pueda, pero me quedo con lo positivo: fue mucho y más de lo que esperaba.

-¿Y qué esperabas?
-Quería debutar como fuera. Como máximo, podía pedir que Racing ganara. Jamás hubiera pretendido que me ovacionaran así.

-Cómo fue la previa y el después?
-Muchos hinchas me decían que iban a estar conmigo pasara lo que pasara. Y eso me puso muy contento. Después me felicitaron por haber participado activamente en un par de pelotas. Mucha gratitud. Y cuando salí del vestuaro recibí una linda sorpresa: todos mis amigos estaban en la puerta esperándome. En el estadio se me hizo fácil identificarlos en la platea porque estaban con un par de buzos míos de antes, uno rosa y otro verde. Lo que viví fue un regalo, ni me puse a pensar en si lo merecía o no.

-¿Y tus viejos?
-Hice llorar de emoción a mi abuela y también a mi vieja, que estaba en la cancha. Es muy lindo ver cómo la familia se pone contenta. En el fútbol hay situaciones de tristezas, de estar en momentos jodidos… Así, los momentos lindos se disfrutan el doble.

-¿Cómo fue tu etapa dura?
-Lo más difícil fue enfrentarme conmigo mismo, darme cuenta de que me estaba creando mucha ansiedad y expectativa. Mis ganas de atajar eran demasiadas. Me acuerdo de que mi primera pretemporada con el plantel profesional (2011), con Simeone como técnico, era el cuarto arquero y ya quería atajar. Cuando llegué a mi casa, le dije a mi viejo: “Quiero ser el arquero de Racing”. Ya estaba subido a la moto, je. De ahí en adelante tuve que superar ansiedades, miedos, que dijeran que todavía era muy chico, que esto, que lo otro. Un montón de cosas. Me enojé conmigo mismo… De afuera parece que uno vienen a entrenarse y ya está. Pero hay que superar barreras que uno se genera.

-¿Y la larga espera qué aprendizaje te dejó?
-Ese tiempo de espera me vino bien: aprendí un montón de cosas, cómo manejar otras situaciones, A lo mejor, si se me daba de más chico no sé cómo hubiera sido. Las cosas son como son.

-Hablabas del miedo. ¿Cuándo sentiste eso?
-A veces necesitás que alguien confíe en vos y te dé un empujón. Tenía dudas de encontrar en Racing a esa persona. Y si me tocaba en otro lado, me iba a fastidiar porque hubiera querido que fuera en este club. Es muy difícil que alguien se la juegue por un arquero joven. Apareció Diego (Cocca) y por eso le agradecí tanto la chance.

-¿Alguna vez pensaste en largar todo?
-Sí, un par de veces se me cruzó por la cabeza, pero enseguida busqué palabras de gente que pasó por la misma situación, como Sebastián (Saja), Nelson (Ibáñez), Agustín (Orion) o cada entrenador de arqueros que tuve: Diego Dabove, Juan Gambandé, Tony Bertoya, Fernando Gayoso, Nacho González. Con Nacho hablo un montón. Me dieron respaldo en momentos duros. Les preguntaba qué hacían cuando estaban enojados o contentos. Hay que ser equilibrado. Ni dejar todo cuando te sale algo mal ni creerte el mejor del mundo en la buena. Hay que pararse en el medio, disfrutar cuando se puede y llorar cuando hay que llorar.

-¿Lloraste mucho?
-Sí, he llorado un montón de veces. Fue cuando me hacía la idea de que tendría que ir a jugar a otro club. Me sentía capacitado, pero el destino no me ayudaba. Acepté que las cosas no pueden salir siempre como uno las quiere. Y me terminé llevando un regalo impresionante.

-¿Racing tiene arquero para rato con vos?
-Ojalá, es lo que me propuse. Quiero ser el arquero de Racing por mucho tiempo.

-Y volviendo al tema de la batería, ¿el grupo musical para cuándo?
-Lo tuve hasta mis 15 años. Se llamaba Bohemia, era una banda de rock nacional y yo tocaba el bajo en ese entonces. Pero cuando empecé a jugar en Racing, en Novena, se complicó y lo dejamos.

Por: Nicolás Montalá
Fuente: Olé

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